Sí existe cierto consenso en que la educación argentina se encuentra en crisis. En este sentido, la docente Romina de Luca afirma que de cada diez alumnos que comienzan el secundario, solo cuatro llegan a quinto año en tiempo y forma, de los que apenas tres se reciben. “Qué hacemos con los otros siete –se pregunta la investigadora del CEICS–, les generamos un circuito de titulación paralelo, express, como son los Planes Fines 2, donde los pibes van dos veces por semana a una escuela. La escuela secundaria está en crisis y es muy profunda, y la escuela argentina en general hace décadas no hace más que degradarse, pero el problema no está necesariamente en la escuela, que lo que hace es seguir lo que le demanda la sociedad. De la década del 80 para acá, cerca de 7 millones de pibes tienen carencias estructurales; la desocupación en la franja joven es un dato permanente y altísimo. De los años ’70 para acá, el conjunto de los trabajadores vive una feroz caída de su salario real; el trabajo informal, precario, en negro se consolida, entonces lo que está detrás de toda esta discusión sobre la reforma es en realidad que la crisis está en otro lado, lo que tenemos que evaluar es si pensamos que desde la escuela vamos a resolver los problemas de la sociedad o es al revés. Esto no implica no pensar que no tenemos ningún problema educativo porque sí los hay, pero esta es la oportunidad para discutirlo”.

La pofesora De Luca, impartiendo una clase sobre el Sistema Educativo en Argentina.           Romina De Luca es integrante de la organización Razón y Revolución y de la Corriente Nacional Docente Conti Santoro, coordina además el área que investiga temas referidos a Educación en el Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales (CEICS). Al ser consultada acerca de cómo se llega a la actual crisis en la educación argentina, la docente asegura que se trata de un proceso de degradación que no se inicia en los años ’90 como la mayoría cree, sino que lleva muchas décadas: “tenemos que advertir que lo que ocurre en el sistema educativo no está escindido de lo que le pasa a la sociedad argentina, y a las relaciones sociales más profundas que la estructuran. La sociedad argentina es capitalista, por ende cuando pensamos a nivel de qué relaciones estamos hablando se trata de relaciones sociales de producción. Si tuviera que marcar un punto de corte donde la escuela argentina empieza a degradarse diría que es a partir de mediados de la década del ’50, con un proceso de profundización en la década del ’70”.

“Lo que uno ve en los debates y en las políticas educativas que se desarrollan en la sociedad argentina –continúa De Luca– es que en realidad lo que se empieza a discutir es la escuela homogénea que dotaba al conjunto de los trabajadores de una misma formación, es decir una primaria muy sólida y una secundaria reducida a la que asistía un pequeño grupo de la población. A partir de la década del ’50, esta escuela empieza a ser una preocupación para el personal político que gestionaba el sistema educativo. Empiezan a ver que en realidad la escuela no necesita formar a los trabajadores con una cultura y formación homogéneas, porque las diferentes demandas de calificación de los trabajadores comienzan a ser desiguales en todas las provincias. Ven entonces que hay que reformar el sistema educativo rompiendo esa estructura homogénea que estaba garantizada con una presencia centralizada del Estado nacional, que construía y administraba escuelas, contrataba al personal docente, fijaba la currícula, revisaba los libros de texto. Eso empieza a romperse cuando señalan que se tiene que hacer justamente lo contrario”.

Una de las primeras medidas que se toman en este sentido es la que se llamó “transferencias de escuelas de la nación a las provincias”, más conocida como “descentralización educativa”: “Fue un acto administrativo primero, se transfirieron escuelas pero también se empezó a revisar el curriculum con esta idea de no más currícula homogénea porque necesitamos trabajadores calificados para el núcleo del corredor industrial, Buenos Aires-Santa Fe, pero necesitamos otro tipo de formación para provincias como Chaco o Misiones. Esta descentralización en términos administrativos, el traspaso de escuelas, se dio como deseo ya en 1956, y el primero que transfirió escuelas fue Frondizi, luego Onganía, luego Videla y el proceso termina en la década del 90. A partir de los ’90, la escuela argentina está 100 por ciento descentralizada. También se comenzó a revisar el curriculum y a plantear que las escuelas tenían que ser administradas por cada una de las provincias, que eran las que tenían que contratar a los docentes, construir escuelas, administrarlas, sostenerlas, pagar los contratos de alquiler si hiciera falta. De la misma forma que eso tenía una carga financiera, el curriculum debía ser adaptado por cada una de las provincias”, detalla De Luca.

Es en este momento político en que comienza la idea de utilizar contenidos básicos comunes: “está muy asociado a la década del 90 pero es algo que en realidad ya en los ’60 empieza a aparecer esto de que la escuela debe dar una formación mínima, básica y que luego sí haya una capacidad de adaptación del curriculum, el calendario escolar, la distribución de la jornada escolar por cada una de las provincias. Este proceso fue de la mano muchas veces de la creación de áreas de conocimiento, de pensar si el curriculum tenía que ser por asignatura o por áreas, en los momentos en los que se decidió por las áreas esto estaba asociado a una degradación y vaciamiento curricular.

En este punto, De Luca advierte que por un lado se sostenía que el curriculum debía ser mínimo, básico y que tenía que regionalizarse. Al mismo tiempo la obligatoriedad de la escolaridad era cada vez más extensa y fue de la mano de un vaciamiento del curriculum y de una primarización del secundario: “A pesar de que los pibes están cada vez más años en las escuelas, y esto es obligatorio por ley, aprenden menos. Los indicadores muestran que uno de cada tres estudiantes no comprende lo que lee ni puede resolver una regla de tres simple en la primaria y en la secundaria, y la regla de tres es un objetivo curricular en la década del 60 de tercer, cuarto grado, con lo cual lo que uno ve es que este proceso de adaptación del sistema educativo a las desiguales demandas de la fuerza de trabajo y la calificación fue de la mano de un vaciamiento curricular que implica que los pibes no aprenden lo mínimo de lo mínimo que se aprendía hace cincuenta años, y no tiene que ver con un elemento de titulación, porque en la década del 40 la escuela primaria era obligatoria y había sin embargo una deserción muy grande pero los pibes llegaban a cuarto grado con un conocimiento más sólido del que hoy tienen nuestros alumnos que transitan muchas veces durante 12 años por la escuela argentina. 

Lo que está detrás de este proceso de reforma curricular y degradación es que en realidad si bien se exige una titulación, secundario completo, inclusive hasta un título universitario para validar en el mercado de trabajo, lo profundo de este proceso tiene que ver con un proceso de descalificación de la fuerza de trabajo por un lado, y de consolidación de una población que le sobra a este sistema, es decir que este sistema no va a emplear, y por ende no necesita capacitar. Si uno cruza cuáles son los niveles reales de desocupación, de subocupación, de informalidad del mercado de trabajo argentino, se encuentra que está en valores altísimos hace décadas, entonces el proceso real que está detrás de esta degradación y de estas modificaciones del curriculum tienen que ver con algo que le está pasando a la sociedad argentina, que tiene que ver con su degradación y cómo eso se manifiesta a nivel educativo, social y laboral, entonces por qué voy a sostener una escuela que brinda una formación homogénea y una formación sólida, básica para el conjunto de los futuros trabajadores, si hay muchos de ellos que el mercado laboral no va a necesitar, ya que utilizará un pequeño nicho de trabajadores altísimamente calificados”.

Romina de Luca vuelve entonces a afirmar que detrás de la discusión sobre la reforma educativa se encuentra un problema más profundo que tiene que ver con las relaciones sociales de producción en la Argentina: “La descalificación del trabajo se refleja necesariamente en el curriculum de la escuela y en cómo se van pensando reformas para adecuar la escuela a esas demandas de calificación de un mercado de trabajo que tiene niveles altísimos de desocupación, y en ese sentido la escuela se vuelve como un aparato y una maquinaria muy cara, entonces hay que buscar la forma de intentar de alguna manera abaratarla”.